(...)Mariela dejó de prestar atención al doctor y la dirigió a quien hasta que la guerra había empezado era su compañero, su amigo, su alma gemela, su amor verdadero. Y él la miraba con los ojos empañados y curiosos, como viviendo en un mundo de olvido. Pero volvió a admirar aquella belleza que tanto había adorado, aquellos ojos marrones, aquellos labios rojos, y mirando su rostro recordaba de manera liviana una voz, unas caricias, susurros, dulzura, sentimientos a los que no podía atribuir palabras pero que sentía como si de nuevo los estuviera viviendo.
- Adolfo, descansa, lo necesitas –le pedía Mariela con una media sonrisa.
- Adolfo… Adolfo… -repitió el joven desconcertado, ya ni siquiera recordaba su nombre.
- Adolfo… Adolfo… -repitió el joven desconcertado, ya ni siquiera recordaba su nombre.
- Duerme, en el sueño encontrarás descanso y yo estaré aquí… a tu lado – y acarició suavemente el rostro malherido del joven.
- ¿Quién eres? –un puñal pareció atravesar el corazón de Mariela al escuchar estas palabras.
- Descansa –dijo sobreponiéndose.
"El fragmento pertenece a un proyecto que llevo varios años desarrollando sobre la guerra civil española, está escrito en su totalidad por mí".
Mayte.