jueves, 20 de octubre de 2011

La Leyenda de los gigantes: El canto olvidado (completo)



Existe una leyenda, tan antigua como la misma tierra…. Secreta… solo susurrada por las aguas de los mares, las ancianas estrellas y las raíces de los árboles.

En el principio de los tiempos, la tierra estaba habitada por grandes seres olvidados, los gigantes. Eran inmensas criaturas de carne y hueso, con forma humana, pero cuyas manos casi podían elevarse por encima de las nubes. Los había por millares, familias enteras que se alimentaban de los frutos de la tierra, pero cuyos movimientos eran lentos y pocas veces andaban grandes distancias.

Los gigantes atravesaban mares y abismos sin dificultad, vivían a la intemperie, bajo las ancianas estrellas y dejando que la lluvia y el sol acariciasen sus cuerpos. Con la llegada del frío se cubrían con las hojas que los árboles dejaban caer al suelo para ellos y se teñían de oscuros verdes, rojos, cobrizos y amarillos. Fueron muy prolíficos, vivieron durante miles de años en paz y cada vez su especie poblaba más y más la tierra, hasta que la desolación se convirtió en su compañera y los frutos dejaron de ser suficientes. El hambre se apoderó de ellos y vinieron las guerras por la comida, viejos hermanos se mataban por lo que crecía, por lo que alimentaba, por lo que cubría, por todo lo que la tierra les había regalado durante milenios…

Y fue entonces cuando la Madre Tierra, al sentir sobre sí misma la sangre de los gigantes esparcirse, se dio cuenta que había llegado el fin de aquella especie. Lloró con amargura por ellos y se despidió en silencio, pero aún le quedaba un ruego… que nunca sucumbieran aquellas magnificas criaturas al tiempo, que de alguna manera siguieran presentes en la tierra para siempre… Y su ruego fue escuchado.

Aquella misma noche, en los sueños, a los gigantes les habló una voz que su mente recordaba… Les dijo que su tiempo se había agotado, se habían matado los unos a los otros sin compasión, sin importarles nada más que sí mismos… se habían vuelto egoístas y a partir de aquel momento la tierra no proveería nunca más por ellos: ese era su castigo. Todos tuvieron miedo, sintieron sobre ellos la espada de la justicia… y los que quedaban se dispersaron a lo largo y ancho de toda la tierra. Pero esta ya no les proveía. Los árboles se mantenían secos, los frutos nunca crecían, y poco a poco los gigantes fueron sucumbiendo…

Pero cuando les llegaba la hora su cuerpo simplemente caía sobre el suelo y se convertía en dura piedra, cubierta por las viejas y raídas hojas que un día les habían protegido. Y así, uno a uno, los gigantes fueron conformando la orografía de nuestro mundo, convirtiéndose en lo que nosotros llamamos montañas. Aunque algunos sobrevivieron… y pudieron mantenerse vivos durante muchos cientos de años, cubriéndose de tierra y polvo, perdiendo su apariencia similar a la humana que antaño habían tenido.

Y tantos años vivieron esos pocos que contemplaron el nacimiento de los primeros hombres y lloraron de emoción al ver que no eran los únicos habitantes de la tierra. Solo algunos humanos tuvieron la fortuna de verles y les llamaron “ogros” por su aspecto siniestro y su descomunal estatura, otras veces se decía que eran titanes… pero nadie supo nunca que una vez fueron como nosotros y que ellos mismos provocaron su desgracia.

Los pocos gigantes que quedaron fueron durmiéndose y dando lugar a nuevas montañas, con picos escarpados hasta que solo quedó uno. El último gigante vivió escondido cerca de donde toda su familia había ido cayendo, formando la cumbre más alta de nuestro mundo. Sus últimos años los vivió acrecentando su odio por aquella nueva criatura que invadía lo que una vez había sido de su especie… hasta que finalmente, antes de que llegase el tiempo de su sueño, decidió retirarse al descanso sentenciado, no sin antes prorrumpir el último grito desesperado, una promesa anclada en el pasado y que marcaría el futuro, una maldición:

“Un día volveré a despertar por la boca de uno de los vuestros, me sacará de este letargo y vengaré la muerte de toda mi raza”.

Y tras estas palabras se unió al relieve.

Los años pasaron, el murmullo de la lluvia olvidó el grito, el viento cambió tantas veces que no recordaba la voz del gigante... y solo las viejas raíces, las ancianas estrellas, que todo lo observan, y las aguas de los mares recordaron sus palabras, manteniéndolas en secreto, hasta que llegase el día en que un hombre pudiese entenderlas.


Mayte.






¿Qué os parece el canto de los gigantes? ¿os parece que la historia puede ser interesante? Un saludito!!

2 comentarios:

  1. cullo que currao macho... la historia esta geeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeenial yo creo que tienes talento pero del gordo

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  2. Mooooooooooooooooooooooooola cantidad!!! :) que prosigan estas historiiiiias! :D

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